Un dĆa antes de retomar la escuela sentĆ unos golpes en la puerta de mi pieza. Cuando la abrĆ, no podĆa creer que mi hermana estuviera tan grande. Me mostró cómo iba a ir vestida y me preguntó si no quedaba muy exagerada. Estaba tan contenta de poder empezar segundo que cuando la fui a buscar no podĆa despegarle la sonrisa de la cara. TodavĆa nos quedaban unas semanitas para disfrutar del verano asĆ que aprovechĆ”bamos despuĆ©s de la escuela para ir al parque o a un bar y a veces mensajeaba a mis amigos para que se trajeran las guitarras y tocĆ”bamos un rato. Ella conocĆa a mis amigos desde siempre, pero igual se mostraba tĆmida. Yo trataba de invitarla al lado mĆo, a aportar algo a las conversaciones, pero ella negaba con la cabeza y permanecĆa callada.
Una tarde la fui a buscar a la escuela y la vi diferente. Estaba mĆ”s callada de lo normal y muy alejada de su grupo de amigas. Cuando gritĆ© su nombre sus amigas se dieron vuelta y me miraban distinto. No sĆ© cómo explicarlo. Mi hermana vino corriendo a mi lado y caminamos como siempre hacia el parque. No quise preguntarle quĆ© habĆa pasado y ella tampoco me contó. Cuando los chicos hicieron su aparición, se pusieron a tocar un tema de Charly. Ella empezó cantar. Me sorprendió. Yo sabĆa que tenĆa buena voz pero nunca habĆa cantado delante de ellos hasta ese dĆa. Creo que fue una de las mejores tarde que se me vienen a la cabeza en donde la recuerdo.
Hace un par de semanas me animĆ© a entrar en su pieza, a entrar nuevamente a su mundo. Cuando crucĆ© la puerta llena de póster; sentĆ un escalofrĆo. Nadie la habĆa ordenado, hacĆa meses que seguĆa igual: ropa tirada, papeles desparramados, discos en la cama. Me sentĆ© en la silla frente al escritorio. RevolvĆ un poco los cuadernos llenos de letras de canciones, fotos y cosas que escribió. RevisĆ© cada cuaderno, cada nota pegada en sus mĆ”rgenes. De un disco de Almendra se cayó un papel doblado. Adentro encontrĆ© marihuana. En ese momento mi hermana se convirtió en una extraƱa para mĆ. SeguĆ leyendo los cuadernos para alejar la imagen de ella que se estaba formando en mĆ cabeza.
La niebla se dispersa
El tumulto de la gente
No me ve
Nadie lo hace
El sol sale
Siento calor, en mi cara
SĆ© que sigo viva
No soy invisible
Los rayos no me atraviesan
Ellos sĆ, son robots
MƔquinas que siguen el ritmo del mundo
MĆ”quinas que hacen lo mismo cada dĆa
MƔquinas que no sienten, solo humillan
No soy ellos
Siento, duele
PuƱales en mi pecho
Siento que vuelo pero mis alas se cortan
Alguien las corta
Caigo, caigo y no logro detenerme.
Mientras caminaba por la calle, me daba cuenta de que mi hermana era la persona que menos querĆa que fuera. En sus cuadernos contaba cómo sus amigos se habĆan convertido en enemigos y la maltrataban por su forma de ser, y cómo ella habĆa buscado refugio en otra parte. No podĆa contarle esto a mamĆ”. RecordĆ© la maƱana en que dos psicólogos llegaron a casa con la policĆa y la ambulancia. Nos sentaron y nos preguntaron si mi hermana consumĆa antidepresivos. Negamos todo, pero la verdad era otra. MamĆ” se desmayó cuando vio las fotos. Los psicólogos ya se habĆan ido y los mĆ©dicos nos mostraron una imagen de sus muƱecas. Ahora lo entendĆa. HabĆa marcas, algunas de hacĆa un tiempo.
Hasta el dĆa de hoy me pregunto por quĆ© no confió en mĆ, por quĆ© no me pidió ayuda. Tal vez estando viva no la conocĆ, pero logrĆ© conocerla en su pieza, leyĆ©ndola, escuchando su mĆŗsica. Fue tarde, lo sĆ©, pero no pierdo la esperanza de que en algĆŗn momento nos volvamos a encontrar. La recuerdo hablĆ”ndome sobre la reencarnación. Si existe, tal vez la vea de nuevo y le pueda pedir perdón.
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